4
Lentas pasan las horas en el reloj.
Mi anochecer se diluye lentamente
en tu boca, como una lágrima tibia
que resbala suspendida en el silencio.
Mi cuerpo se esconde entre la gente,
el eco del mar y las sombras.
Te observo desde lejos.
La noche es cómplice de mi felicidad.
5
La puerta del garaje se cierra provocativa,
inundando de ruido la noche.
Un vehículo prende la ida
dejando un rastro de octanoso aire.
El reloj no cesa de palpitar.
Huele a desinfectante en la cocina.
¿Quién velará con hondo pesar
en la calle de abajo?
En la mente quedan grabados
infantiles nocturnos recuerdos.
¿Se mueven las nubes o es la luna?
Curioso e inocente misterio.
La puerta del garaje se abre
y con ella los ruidos cotidianos.
Otra mañana fría renace.
termina el café que nos vamos.
6
En el destello de un relámpago,
bajo la penumbra de la madrugada,
silenciosa se vislumbra una lágrima.
Serviles misterios de la magia,
paraísos perdidos en el ocaso de una estrella,
se envuelve la noche tibia en mi manta.
Las tristezas se borrarán
mojadas por la lluvia en mi ventana.
Duermo ahora, sonreiré mañana.
EN MIS CUADERNOS
Cuadernos de palabras.
Simbología de la obstinación.
Un pasar que no pasa,
un interrogante suspendido
en el hilo de la inacción.
Una quietud que desmorona
es esta espera incierta
y ciertamente a ella me aferro
mientras estudio en mis cuadernos
dónde está la solución.
Cuando esta etapa se transforme
añoraré su falsa indecisión.
Cuando me enfrente a lo que
ha de venir, que vendrá,
sabré buscar en el silencio
el eco amable de tu voz.
Poco a poco se eleva una imagen
por entre los matojos secos.
Tanta cotidianeidad me asusta
cuando el barranco regala sus ecos.
Como un pañuelo usado que se aferra
a las ramas de una tabaiba
con más miedo en los ojos que lágrimas,
llegan personas a nuestras playas.
Qué podemos esperar de todo esto.
África nos tiende las manos,
nosotros le fruncimos el ceño.
La solidaridad no es sólo un gesto:
En el fondo somos hermanos
en este incierto planeta nuestro.